¿No le tiene miedo al narco? Preguntamos a Rodolfo Torre Cantú, asesinado ayer en Tamaulipas, durante una cena celebrada hace semanas en la casa de una conocida columnista de la prensa nacional.
El candidato del PRI al gobierno de la convulsionada entidad, terreno de disputa entre el Cártel del Golfo y los Zetas, respondió con voz tranquila: “no”
Hasta entonces, Torre Cantú no había recibido amenazas, ni mensajes encriptados. Por lo menos eso fue lo que nos dijo. Hablaba, eso sí, de la necesidad de abrir oportunidades a los jóvenes que no estudian, ni trabajan –los famosos “ninis” — y evitar que sean reclutados por lo carteles de la droga. Pero también de programas de prevención, de multiplicar las canchas deportivas, de darles mejores perspectivas. Nada de llamar la atención
A pesar de todo, no se excedía en la confianza. Por sus colaboradores supimos que el fallecido candidato anduvo siempre en una camioneta blindada. Le gustaba presumir que la suya tenía un blindaje más alto que la que transportaba a Minerva Bautista Gómez, subsecretaria de seguridad pública de Michoacán, cuando la emboscaron. Esa camioneta resistió más de 250 balas de alto calibre, y hoy es exhibida como modelo de protección.
Pero ayer tuvo un descuido. Mandó por delante el vehículo blindado. Uno de sus cierres era en Valle Hermoso. La zona es peligrosa Allí mataron a José Mario Guajardo, candidato del PAN a la alcaldía de ese municipio, apenas en mayo pasado. El comando que lo ejecutó sabía que la camioneta que lo transportaba al aeropuerto no estaba blindada.
A las ocho de la mañana, Torre Cantú habló con una colaboradora que se encontraba en la Ciudad de México. Le avisó, entre otras cosas, que iba a Valle Hermoso. “Allí está muy feo”, protestó la mujer. “Hay que ir con todos los tamaulipecos al cierre”, replicó el candidato. Pero nunca llegó a su destino. Los criminales dispusieron otra cosa.
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La muerte de Torres Cantú es un parteaguas en la guerra al narco. El Estado está contra la pared. Requiere de toda su fuerza para dar una respuesta contundente. El presidente Calderón lo sabe. Reunió ayer de urgencia al Consejo de Seguridad, pero también se comunicó telefónicamente con los dirigentes de los partidos y con coordinadores parlamentarios. Les pidió “cerrar filas” frente al crimen organizado.
No habló con Alejandro Encinas. El coordinador de los diputados del PRD, sin embargo, confirmó la llamada del jefe del Ejecutivo a sus pares, sabe de algunos, pero también a los jefes de los partidos. El diputado está conciente de lo delicado de la situación. Nos hizo notar que, aún cuando su partido no reconoce a Calderón, nunca ha regateado, ni lo hará, cambios a las leyes, o un mayor presupuesto, cuando de combatir al narcotráfico se trata. “No entiendo la señal, ni tengo claro hasta donde quieren llegar (los narcos). Pero esto no se puede quedar así. Hay que sentarse a discutir una estrategia. El tema requiere de la seriedad de todos”, puntualizó el legislador amarillo.
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“Fue un contragolpe a Beatriz Paredes”, repuso Fernando Belaunzarán, delegado del PRD en Tlaxcala, al explicar las razones que llevaron Minerva Hernández, candidata del amarillo al gobierno de la entidad, a la polémica decisión de declinar a favor de la abanderada del PAN, Adriana Dávila Fernández.
El hombre asegura que la dirigente nacional del PRI, originaria de Tlaxcala, utilizó los instrumentos a su alcance, incluida la cooptación de perredistas, para que la senadora con licencia declinara, sí, pero a favor de Mariano González Zarur, abanderado del tricolor. “Hubo ofertas muy fuertes en ese sentido”, asegura el ex ceuista.
Parar en seco a Beatriz era de capital importancia para Los Chuchos. No podían permitir que se declinara a favor del candidato del PRI en Tlaxcala. Hubiese significado un grave revés a la política de alianzas de la dirigencia nacional. Simplemente quedarían en ridículo.
Fue entonces que convocaron a una “reunión de emergencia” para tomar decisiones internas. La encabezó Jesús Ortega, dirigente nacional del partido. Se realizó el pasado viernes en la casa de Minerva en Tlaxcala. La “acción grosera” de Paredes –así la calificó Belaunzarán—no dejaba otro camino.
Los perredistas pactaron al día siguiente con el PAN. El anuncio levantó mucho polvo. Balaunzarán jura que una “minoría” de perredistas quisieron aprovechar el río revuelto para llamar a votar por Mariano, pero el grueso respaldó la polémica decisión que, asegura, implica un cogobierno, en caso de que Dávila alcance el triunfo.
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