Degradación.

El acalorado debate de los diputados sobre el pacto antialianzas –o pacto de los pinochos --giró súbitamente hacia derroteros ajenos a la vida parlamentaria. El diputado del PRI, Rodrigo Reina, en su afán por exhibir a los azules, pidió el micrófono para dirigirse a su homologa del PAN, María Elena Pérez de Tejada, quien se encontraba en ese momento en tribuna.

El priista mexiquense trajo a cuento un episodio de violencia intrafamiliar que ubicó en el entorno de un connotado panista mexiquense.“Hablando de actos de congruencia, no se si esté enterada. El lunes, el ex presidente municipal de Atizapán, Gonzalo Alarcón, golpeó, casi mata a su esposa, y fue Enrique Vargas, un regidor amigo nuestro, quien hizo esta denuncia…”

Pérez de Tejada acusó recibo del obús y de bote pronto respondió con dinamita: “No estaba enterada, pero si así fuese, que se denuncie y se investigue. Pero no hay que olvidar que el gobernador está acusado de matar a su esposa…”
Las palabras de la panista pusieron la sesión a rojo vivo. Los priistas se levantaron de sus curules como impulsados por un resorte. Gritaron, manotearon, exigieron a Pérez de Tejada que retirara sus palabras. “No tiene prueba alguna”, reclamó airado. Asustada por el alcance de sus palabras, la panista intentó zafarse. “No lo digo sólo yo, lo dicen los medios”.
Los reclamos subieron de tono. La gritería se extendió a la bancada del PAN. “Les voy a seguir contestando, permítanme. Conocí a la señora y fue una dama, y por ella lo retiro, no por el gobernador. Por ella, por Mónica Pretelini sí; por el gobernador no….”
Y sus palabras fueron retiradas del Diario de los Debates.

Este pasaje del larguísimo debate sobre el cuestionado pacto –más de cinco horas-- es apenas un reflejo del nivel de descalificación y el insulto personal que prevaleció en la sesión celebrada ayer en San Lázaro. “Es la degradación de la política”, nos dijo, en corto, Porfirio Muñoz Ledo. “La descomposición que lleva a la parálisis y la ingobernabilidad”, secundó el priista, Oscar Levín Coppel

El bronx del PRI andaba desatado. A Nava no lo bajaron de mentiroso, inexperto, provocador, pinocho. La diputada Sofía Castro hasta “puto” le gritó. Pidieron el “alcoholímetro” para los altos funcionarios del gobierno federal. Amenazaron con relevar al panista Francisco Ramírez Acuña, presidente de la mesa directiva, si no les daba la palabra; le llamaron “espurio” a Felipe Calderón. Fernández Noroña se veía moderado junto a ellos.

Del lado del PAN también adjetivaron, retaron, descalificaron y se resbalaron, como fue el caso de la diputada Pérez de Tejada. Le dieron hasta con la cubeta al gobernador Peña Nieto, claro puntero en las preferencias electorales, lo que evidenció el miedo que le tienen. Y no solo eso. También bravuconearon. “Aquí los espero, como dijo Gómez Mont”, retó Javier Corral.
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La sesión se había calentado con la intervención de César Nava. El jefe panista subió a la tribuna para sostener que la contraprestación que solicitó el PRI, a cambio de respaldar la Ley de Ingresos para el 2010, fue que el PAN no hiciera alianzas con los legítimos en el Estado de México.

“No me crean a mi, créanle a su coordinador (Francisco Rojas)”, insistió Nava, al tiempo que mostraba la primera plana de un periódico de circulación nacional en el que el jefe de la bancada tricolor habria reconocido la existencia del vergonzoso truque.

Nava se declaró dispuesto a someterse al polígrafo. No solo en el tema de las alianzas, sino para demostrar que no encubre errores que son del presidente Calderón. Ya encarrardo, reto a Paredes y a Peña Nieto a un debate sobre lo pactado “en el lugar y la hora que quieran”.

Beatriz también acepta el polígrafo para recuperar zarandeada credibilidad. Pero un legislador hizo notar un inconveniente: “el polígrafo no los acepta a ninguno de los dos. Lo van a reventar.”
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Va una última de Francisco Ramírez Acuña. Al fragor del debate, el presidente de la mesa directiva bautizó al diputado del PT, Mario di Constanzo, con el nombre de un compañero de estas páginas: Ciro di Constanzo. La carcajada no se hizo esperar.

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