Quirófano legislativo.

Fue una sesión insólita en San Lázaro. En menos de tres horas se aprobaron una docena de dictámenes. Lo hicieron con votaciones en bloque, por paquete, sin debate, ni gritos, maromas, o descalificaciones; sin periodistas en el famosísimo corral de la ignominia. La terrible influenza porcina, esa que monopoliza como ningún otro tema los espacios informativos, obligó a realizar la jornada parlamentaria en condiciones extraordinarias.

Pero nada de que escribir a casa. Lo importante se va a legislar en un periodo extraordinario que ya se anuncia. Con elecciones en puerta, los diputados se declaran cada vez más preocupados por la suerte de la población. Están convencidos de que la epidemia va a lastimar la economía nacional,

El salón de sesiones hacia las veces de quirófano legislativo. El tapabocas era obligatorio. No solo allí, sino en todo el Palacio Legislativo. Si alguien se lo retiraba, el personal de resguardo le llamaba la atención inmediatamente. César Duarte, presidente de la Mesa Directiva, era la excepción. Acabó con el protector en el cuello para poder conducir la singular sesión.

“Siendo algo insólito, no deja de ser preocupante lo que se ve. Una crisis sanitaria que puede agravar la crisis económica”, confesó el diputado Carlos Rojas, ex titular de la Sedesol, antes de entrar a una de las votaciones. No lejos de el, otro legislador, el mexiquense Gustavo Cárdenas, decía no tener memoria “desde que tengo uso de razón” de una situación parecida. ¿No le teme al contagio al venir a trabajar? Le preguntamos. “El riesgo es latente, pero si la sociedad lo toma, nosotros también”, respondió.

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Uno que no se midió fue el diputado del PAN, Ricardo Franco Cazarez. No le importó el cerco sanitario en San Lázaro, ni las medidas precautorias frente a la epidemia de influenza.

Llevo a sus cinco hijitas y a su mujer para efectuar una “visita familiar” al Palacio Legislativo. “Fue una imprudencia”, reconoció Héctor Larios, coordinador de la bancada azul.

Pero Franco Cazarez ni se enteró. Interrogado sobre su ocurrencia, le legislador respondió: “Es algo que establecieron a criterio ¿o no? Puedo venir un tiempo para hacer el recorrido correspondiente con mi familia y regresarme al hotel con ellos”, repuso.

Otro fue el perredista Moisés Dagdub. Se sintió mal la tarde del pasado lunes. Tenía gripe y alta temperatura. Los servicios médicos de la Cámara lo enviaron de inmediato al hospital. Lo dieron de alta con la recomendación de que guardara reposo en casa. Ni caso. Ayer andaba otra vez en San Lázaro, con calentura y todo.

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El estilo autoritario de Mariana Gómez del Campo ya es factor de división entre los azules capitalinos. Las quejas por imposiciones, grillas, dedazos de la presidenta del PAN-DF son permanentes. Al correo de Arsenal llego ayer copia de la carta de renuncia de Pablo Reyes, director jurídico de la delegación Miguel Hidalgo, al cargo que ocupaba desde el 1 de diciembre del 2006.

A Reyes, quien estaba perfilado para suceder a Gabriela Cuevas, candidata a diputada federal, le armaron tal grilla las asambleistas Kenia López y Margarita Martínez Ficher, leales a Mariana, que lo dejaron sin posibilidades. Lo ubicaron como sinónimo de “encono” y “pleitos” con el grupo de vecinos que se opuso a las obras de Cuevas.

La renuncia, dirigida al flamante delegado interino, Alfredo Vinalay, dice textual:

“La descalificación que se hizo sobre mi persona es parte del entramado de intereses que se resistieron a la aplicación de la ley y a la ejecución de un proyecto de gobierno basado en la honestidad y la firmeza. Las diputadas (Kenia) López y (Margarita) Martínez son simples ejecutoras de la decisión de la cabeza del partido del que ellas, tú y yo formamos parte.”

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Sigue la diáspora en el Congreso. La diputada del PRI, Mayra Peñuelas, solicitó licencia para incorporarse como secretaria particular del gobernador de Sinaloa, Jesús Aguilar Padilla. Al paso que llevamos, terminaremos con una legislatura de suplentes en San Lázaro.

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