Aceptabilidad de la derrota.

Leonardo Valdés Zurita, presidente consejero del IFE, nos dijo hace oco que el Instituto que encabeza está obligado a crear las condiciones de la “aceptabilidad de la derrota”, para evitar que se repita la crisis poselectoral del 2006.

El hombre menciona tres “cuestiones fundamentales” para que los perdedores acepten su derrota, sin recurrir a una desgastante lucha poselectoral. Uno: equidad en la competencia durante la campaña electoral. “Que los contendientes puedan desplegar sus mensajes, y estos puedan ser atendidos y entendidos por la población”, subraya.

“Dos: Si la diferencia entre el primero y el segundo lugar en el cómputo es de menos de un punto porcentual, ya no es necesario que lo partidos pidan voto por voto, casilla por casilla. En cada uno de los 300 distritos electorales habrá la posibilidad de volver abrir las urnas, de volver a contar los votos, para tener la certeza de que el resultado que queda en las actas representa la voluntad ciudadana.

“Tres: el IFE tiene que hacer mejor su trabajo, por lo menos en cuatro aspectos. Capacitar mejor a los ciudadanos que van a recibir y contar los votos. Mejorar el diseño de las actas electorales para propiciar menos errores. Hacer del PREP un instrumento mucho más transparente, y, esto último es lo más importante, acercar al IFE a la ciudadanía.

“Estos elementos conjugados, en términos de un árbitro electoral con mucha más capacidad, un organizador electoral con mucha mayor precisión, y un comunicador más eficiente, crean las condiciones de la aceptabilidad de la derrota”, concluye el sucesor de Ugalde.
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Ninguna de estas condiciones se cumple a escala del PRD, el partido que abanderó a Andrés Manuel en el 2006. Ya terminaron las vacaciones de Semana Santa y aún no conocemos el nombre del sucesor de Leonel Cota Montaño.

El proceso interno se encuentra en una etapa que los franceses llamarían un impasse (callejón sin salida.) No hay para cuando se conozca al ganador de la elección, confiesa el senador Arturo Núñez Jiménez, presidente del Comité Técnico Electoral

La cosa no se ve fácil. El PRD, partido de caudillos, ya no tiene un líder capaz de imponer orden. El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas alzó la voz para pedir la anulación de las elecciones internas, y el nombramiento de una presidencia interina, pero nadie le hace caso.

Su tiempo ya pasó.

Andrés Manuel López Obrador rompió la neutralidad. Se pronunció abiertamente a favor de su cachorro, Alejandro Encinas. Eso lo descalifica frente a una de las partes en conflicto, Nueva Izquierda. Además, anda muy entretenido promoviéndose como la reencarnación de Lázaro Cárdenas, 60 años después.

No parece haber otra salida a la crisis que un acuerdo político que parta de la idea de que el proceso fue un cochinero y que hay que repetir la elección ; o pactar un “divorcio civilizado” –así lo llamó el obradorista José Agustin Ortiz Pinchetti--, entre los dos grupos, obradoristas y chuchos. que han enseñado el cobre.
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La encuesta de María de las Heras (Milenio Diario, 24-03-08) alborotó el gallinero en el PRI. La perspectiva de que vuelva a convertirse en un partido ganador en el 2009 –Tiene una intención de voto de 39 por ciento, contra 37 por ciento del PAN y 17 por ciento del PRD—hace que los gobernadores, representaciones estatales y organizaciones adherentes—pretendan tener más peso en las decisiones del partido y un mayor número de candidatos, de cara a las próximas elecciones federales, el año que viene.

En el CEN del tricolor quieren adelantarse al problema. De cara al Consejo Nacional que tendrá lugar en la primera o segunda semana de abril, Beatriz Paredes y su equipo trabajan en la idea de achicar el Consejo Político Nacional (actualmente cuenta con 1,200 integrantes) y la Asamblea Nacional (13 mil delegados.)

La meta es hacerlos gobernables. Para lograrlo discuten lo que llaman “criterios de representatividad”. Es decir, un consejo acotado pero representativo, y menos delegados a la asamblea, sin perder de vista la representatividad. “Solo un PRI nacional unido puede ser garantía de triunfo, pero si los gobernadores y los priistas locales creen que son ellos los importantes, el avance se puede perder”, nos dicen en el edificio de Insurgentes Norte.

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