“Huele a muerto…”

El perredista Carlos Navarrete subía a toda prisa las escaleras de la casona de Xicoténcatl. Iba al salón de sesiones a reunirse con senadores de su bancada, para ponerlos al tanto del planteamiento “profundo y enérgico” que los seis coordinadores parlamentarios del Frente Amplio Progresista en ambas cámaras habían acordado presentar, la víspera, en torno al caso Mouriño.

El misterio era total. El coordinador de los senadores del PRD había hablado previamente con los reporteros de la fuente en el patio de honor del recinto legislativo, pero sólo para pedirles paciencia y asumir el compromiso de no convertir el Senado en barandilla para golpear al adversario.

A la mitad de la escalera, el legislador se detuvo repentinamente ante la insistencia de este columnista. “Sólo te puedo adelantar que huele a muerto en Bucareli”, comentó el legislador, la voz grave, pero firme. El mensaje era claro. Veía al poderoso Juan Camilo Mouriño fuera de la Secretaría de Gobernación.

Navarrete nos explicó que presentaría las copias de dos millonarios contratos —de nueve que dice tener— “adjudicados directamente” a la empresa Ivancar, S. A., propiedad de la familia de Juan Camilo, cuando éste era presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados. El perredista adelantó también que solicitaría la creación de una comisión legislativa investigadora, una más, para hacerse cargo del caso.
Así lo hizo.

El perredista había ingresado al edificio del Senado en compañía de su homólogo Manlio Fabio Beltrones. El priista se excusó de inmediato con los reporteros. “Regreso después”, prometió. Pero nunca volvió. El tema era delicado. Para qué enredarse en el pleito entre adversarios políticos; que lo defienda su jefe. El asunto levantaba expectativas. El punto de acuerdo estaba en el orden del día, pero en forma ambigua. A diferencia de otros inscritos en la agenda, no especificaba el tema. Sólo decía que era “de urgente y obvia resolución” (para su discusión inmediata).

El contenido se hizo público cuando llegó el turno de Navarrete. Pero no hubo debate sobre el tema. Los panistas habían logrado convencer a los priistas de no discutir el asunto en tribuna. “Acordamos con el PRI no otorgarles la urgente y obvia resolución”, nos comentó el senador azul Rodolfo Dorador. Navarrete se allanó. Pidió que la solicitud de integrar la comisión fuese enviada a la Junta de Coordinación Política para procesar su integración, sus alcances y quien la presida. Sólo el PT intentó subir el escándalo a la tribuna. Lo batearon.
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Germán Martínez, jefe nacional del PAN, habló del tema en rueda de prensa. Está de acuerdo en la creación de la comisión investigadora, a condición de que haya correspondencia cuando su partido la solicite para investigar a funcionarios de otros gobiernos, declaró en rueda de prensa.
Abordó también el asunto en un artículo que apareció en El Universal, bajo el sugerente título de Paja. “El asunto no es la participación del secretario de Gobernación en un contrato con Pemex que puede declararse nulo o inexistente (¿?), y que, por otro lado, prueba que Pemex ya contrata servicios con distintos particulares.

“El propósito de López Obrador y los suyos es torpedear una discusión objetiva y seria sobre la necesaria reforma energética”, escribió Martínez. Y más: “Todo es paja y cizaña en la izquierda lopezobradorista para no entrar al grano del problema nacional: la modernización del país”.
¿Y la firma del apoderado legal, Juan Camilo Mouriño, en los contratos con Pemex cuando era presidente de la Comisión de Energía será también paja? Es pregunta.
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No hay fotos que confirmen lo inaudito, pero el radical GerardoFernández Noroña, acusado de todos los males en el PRD, y el moderado Carlos Navarrete, agredido el 24 de febrero por supuestos simpatizantes de Alejandro Encinas, ya se sentaron a platicar. Lo hicieron en un café ubicado a tres cuadras de la residencia oficial del legítimo.

Eso es lo bueno. Lo malo es que no llegaron a nada.
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La relación entre los consejeros electorales, divididos en los tiempos de Luis Carlos Ugalde, empieza a registrar una mejoría, con la llegada de los tres nuevos integrantes. Se reanudaron las reuniones informales, llamadas “mesa de consejeros”, que se habían interrumpido por la animadversión de unos y otros. Nos cuentan, sin embargo, que el “ímpetu” mostrado por el consejero Marco Gómez, al dirigirse al consejero Andrés Albo, ha obligado a Valdés Zurita a llamarlo al orden en un par de ocasiones.

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