Pejemantas.

Fue un primero de septiembre diferente al de los últimos años en San Lázaro y sus alrededores. No había embotellamientos, ni muros de acero improvisados. Tampoco manifestantes, ni consignas. Mucho menos uniformes, toletes y escudos. La prepotencia y grosería del Estado Mayor Presidencial brilló por su ausencia.

El Corral de la Ignominia, como se le denomina al lugar asignado a los reporteros, ni siquiera se llenó. En el palco de invitados la estrella era dirigente del PRI, Beatriz Paredes. Ni Germán Martínez, líder nacional del PAN, ni Guadalupe Acosta Naranjo, presidente substituto del PRD, se aparecieron por el lugar. Mucho menos los grandes empresarios, directores de los medios, embajadores o jerarcas de la Iglesia.

Los cambios al formato del Informe, derivados de las reformas a los artículos 69 y 93 de la Constitución, le devolvieron la tranquilidad al Palacio Legislativo durante el llamado “Día del Presidente”, que la pluralidad transformó en el día de ¡Péguele al Presidente!

El primer mandatario ya no tiene obligación de presentarse ante el Congreso en todo el sexenio, salvo para colgarse la banda presidencial y rendir protesta. Volvió el orden pero ¿Se ganó en la rendición de cuentas? ¿En el diálogo entre poderes? ¿Le conviene al Congreso no tener contacto directo con el jefe de la Nación a lo largo de su gestión?

A Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, le tocó la tarea de entregar el Informe por escrito al diputado del PRI, Cesar Duarte, presidente de la mesa directiva.
Lo hizo por la mañana, en una ceremonia que no rebasó los seis minutos.

No era lo que Duarte quería. Fuentes del tricolor revelaron en corto que el legislador de Chihuahua llegó a proponer que Mouriño le entregara el Informe por la tarde, durante la sesión de Congreso General, y que el secretario de Gobernación llegara hasta la tribuna del salón de sesiones caminando por lo que Porfirio Muñoz Ledo llamó alguna vez “pasillo imperial”. ¿Se imagina la reacción de los perredistas?
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No tienen remedio. El Presidente de la República no estaba presente en el salón de sesiones del Palacio Legislativo, pero de todas maneras tomaron la tribuna y desplegaron sus pejemantas. Eran unos veinte diputados del PRD y tres de Convergencia.

No gritaron consignas. Las mantas hablaban por ellos: “Libertad de los presos políticos”; “No a la corrupción de Calderón y Mouriño”; “No a la criminalización de la lucha social”. En otra afirmaban que hay más mexicanos en pobreza extrema ahora que en el sexenio de Fox, y una última, levantada por los de Convergencia, denunciaban la manipulación de las tarifas eléctricas.

El numerito lo hicieron en los momentos en que Juan Guerra fijaba el posesionamiento del PRD y se pronunciaba por la construcción de acuerdos en el Congreso. El diputado del amarillo terminó su intervención con la frase emblema de quien ha sido el principal saboteador de cualquier acuerdo con otras fuerzas políticas: “por el bien de todos, primero los pobres…”.

El diputado Jaime Cervantes Rivera, quien posesiono al PT, dejó muy claro que ese partido está subordinado al caudillo de Macuspana y no a las instituciones de la República. ¡Viva Andrés Manuel López Obrador, presidente legitimo de los mexicanos! Gritó, a manera de conclusión.
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El chisme, en los pasillos de San Lázaro, era el costo de la “cargada forzada” que se auto organizó el fin de s emana, en Hermosillo, Sonora, Héctor Larios, coordinador del grupo parlamentario del PAN y aspirante a la alcaldía de la capital de Sonora, con el pretexto de la reunión plenaria del grupo.

Tuvieron que fletarse dos vuelos charter para transportar a los 206 integrantes de la bancada. Alrededor de 70 legisladores aprovecharon el “aventón” y se quedaron el fin de semana en San Carlos. “Con ese nivel de gasto hubiésemos organizado una reunión de lujo en la Ciudad de México”, comentó en corto uno de los integrantes de la bancada azul.

Nos cuentan también que los diputados del PAN ofrecieron distinto recibimiento al Presidente Calderón y al secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño. A Felipe le aplaudieron, lo apapacharon, lo mimaron. “Siento el cobijo de los diputados” habría comentado el presidente a Larios

La recepción a Juan Camilo fue más bien fría. Legisladores del azul comentaron a este espacio que el secretario de Gobernación presentó una especie de diagnóstico autocomplaciente, un “todo va bien” que decepcionó a los anfitriones. “Teníamos otras expectativas”, confeso a este espacio otro legislador azul.

El diputado Efraín Flores llegó incluso al reclamo por el trato que se le dio en Bucareli. Contó en la plenaria que envió al titular de Gobernación un memorando con quejas referentes al servicio que presta el Instituto Mexicano del Seguro Social. El sobre llevaba la leyenda “confidencial”. Los colaboradores de Mouriño no respetaron la confidencialidad y no solo abrieron el sobre, sino que le notificaron por escrito que ya habían remitido el caso ¡Al propio IMSS!

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