El grave error del peje.

“¡Eres un traidor!” gritó el maltrecho diputado pejista, Gerardo Villanueva, al también perredista, Graco Ramírez, secretario de la Comisión de Energía de la Cámara alta. El senador, sacudido por el agravio, dio la media vuelta más rápida de su vida, y salió del elevador que acababa de abordar en compañía del coordinador de su bancada, Carlos Navarrete. “¡El traidor eres tú, servil…!”, reviró Graco, con enfado.

La escena, ocurrida en el quinto piso de la Torre del Caballito momentos después de que el pleno del Senado aprobara la Reforma Energética, ilustra el clima de ruptura que campea en el PRD, después de que Andrés Manuel López Obrador rechazara la citada reforma, amparado en una vacilada de votación.

Gerardo es uno de los diez o doce legisladores pejistas que irrumpieron en El Caballito, con la confesada intención de impedir la aprobación de la reforma. Su cara mostraba los rasguños provocados por la arrastrada que le dieron los policías federales, coordinados por el mismísimo Genaro García Luna, cuando intentaba colarse al salón de sesiones.

Otra que por poco causa baja es la diputada Aleida Alavez, quien para colmo está embarazada. Los federales la hicieron rodar por el piso en medio de aquel zafarrancho.

“Aquí no hay fuero que valga”, dijo el panista Gustavo Enrique Madero, presidente del Senado, al informar a sus colegas coordinadores su decisión de pedir la intervención de la fuerza pública.

El perredista Carlos Navarrete lo respaldó. “El presidente de la Cámara, en uso de las facultades que le otorga la Ley, pidió el ingreso de la fuerza pública. Es su obligación proteger a los senadores”, subrayó.

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El Peje confundió, desconcertó, sorprendió a muchos perredistas que de buena fe lo siguen. Algunos de ellos reconocen, en corto, que no hay explicación racional al rechazo de una reforma que “conjura el peligro de la privatización” de PEMEX, para ponerlo en palabras utilizadas en el comunicado del Comité de Expertos del FAP, integrado por distinguidos intelectuales y economistas, a propuesta de Andrés.

¿Qué pensarán ahora Rolando Cordera, Carlos Tello, Jorge Eduardo Navarrete, Ifigenia Martínez, Octavio Cortés, Javier Jiménez Espriu, Gregorio Vidal y Alberto Montoya, integrantes del Comité? ¿Volverían a emplear su tiempo y su esfuerzo para llegar a una conclusión que no fue tomada en cuenta por quien la promovió? Son preguntas.

Las votaciones en cada uno de los siete dictámenes son evidencia de la poca fuerza que tiene López Obrador en el seno del Congreso. Los senadores que lo hicieron no pasaban de seis. Subieron a nueve en una sola votación: la Ley Reglamentaria del Artículo 27 de la Constitución, que integra la parte relativa a los contratos de PEMEX.

El Peje tampoco mueve ya las multitudes de antaño. Eran tres o cuatro mil personas, a lo sumo, las que sitiaban ayer la Torre del Caballito. Claudia Sheinbaum, la adelita mayor, anunció, al principio del mitin, la llegada de no se cuantos más, después de la comida. No aparecieron. Nunca el grito de “¡no estás solo…! fue coreado por tan pocas personas, en un momento tan trascendente.

Por momentos parecía que eran más los policías que blindaban la Torre del Caballito que los manifestantes apostados en Reforma. Mezclados con policías federales había centenares de granaderos del Distrito Federal. ¿Marcelo Ebrard estará fastidiado que le desbaraten la Ciudad? Es otra pregunta.

El desgaste del Peje es evidente. El error que cometió es tan grande como el de Vicente Fox con el desafuero. Su proceder nos permite sospechar que lo único que le importa es su proyecto personal. La supuesta “defensa del petróleo” es solo un columpio que no va a soltar, hasta que encuentre otro, si es que lo encuentra.

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Muy mal la pasaron la mañana de ayer los senadores del PAN en el autobús que los llevaba a la casona de Xiconténcatl, donde estaba convocada inicialmente la sesión para aprobar la reforma energética. Las tropas del Peje inmovilizaron el vehículo en la calle de Peru, en pleno Centro Histórico, durante 30 minutos.

Los azules escucharon música de viento que recuerda el 10 de mayo, y muchas otras lindezas. Las cosas no pasaron a mayores. “Era muy fácil romper un vidrio, pero no lo hicieron”, reconoció Santiago Creel, uno de los pasajeros del autobús.

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Y mientras unos se pelean, otros andan ocupados en encontrar las formas de conseguir más dinero para sus entidades. Es el caso de Marcelo Ebrard y del gobernador mexiquense, Enrique Pena Nieto.

Los dos prospectos presidenciables, uno del PRD, el otro del PRI, reunidos ayer en la representación del gobierno mexiquense en el DF, acordaron solicitar 6 mil millones de pesos al Congreso, para infraestructura en materia hidráulica y vialidades.

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