El Milagro de Xicoténcatl.

La civilidad sorprendía. El presidente de la República y los senadores del PRD juntos en el salón de sesiones de la Cámara alta, sin que aquello se transformara en la sucursal parlamentaria del manicomio que conocimos como La Castañeda.

La entrega de la medalla Belisario Domínguez al respetado periodista Miguel Ángel Granados Chapa, propuesto por el PRD, había hecho el milagro. La ceremonia era sobria, mesurada. Los diferentes no se descalificaban; se respetaban. Algo insólito en un país dividido políticamente.

Si acaso el potente grito de “¡es un honor, estar con Obrador!” de la locutora Andrea Fernández, hija del desaparecido maestro de la crónica futbolera, Ángel Fernández; o la “travesura” de doña Rosario Ibarra de Piedra, quien colocó en su escaño una foto de Andrés Manuel, acompañada de la leyenda presidente legitimo, “para que el susodicho la vea todo el tiempo…”.

Pero nada más.

La senadora del PRD María de Lourdes Rojo e Inchaustegui, única oradora además del galardonado, se esmeró en hacer la tarea. Fue, el suyo, un discurso sencillo, desprovisto de descalificaciones o agresiones al presidente constitucional. La también actriz
se concretó a destacar los muchos meritos de Granados Chapa, y sugerir con sutileza que “en los primeros días de este mes de octubre, el espíritu inquieto de Belisario Domínguez ha andado nervioso por distintas razones, pasadas o presentes…”

Felipe Calderón, quien asistió como testigo de honor a la entrega de la medalla, aplaudió el crítico discurso de Granados Chapa. El periodista no necesitó de la estridencia para decirle cosas que nunca escucha el presidente de la República, aislado por su grupo de colaboradores, conocido como El Ostión.

Dijo Granados: “Es imprescindible, hoy, restaurar las bases de la convivencia, del acuerdo en lo fundamental. La sociedad diversa no puede ser homogeneizada, sino por la fuerza. La unidad impuesta lleva imbíbito el riesgo de la unanimidad, del pensamiento único. Necesitamos identificar propósitos comunes impulsados desde la diferencia.”

Y más: “Necesitamos saber y obrar en consecuencia que los distintos, los otros, no son por ello peligrosos. Necesitamos saber que no son enemigos sino, acaso, adversarios”

* * *

Un prieto en el arroz. Lo encontramos en los alrededores del Senado. Le tocó a Gerardo Fernández Noroña. Casi le rompe el dedo un elemento del Estado Mayor Presidencial “Puso su pulgar contra el mío y lo presionó con tal fuerza que casi me lo rompe”, nos contó el polémico ex vocero del PRD, quien trae vendada la mano.

Noroña protestaba por la presencia del presidente Calderón en la ceremonia de entrega de la medalla Belisario Domínguez. Los federales y los del Estado Mayor lo levantaron literalmente en la esquina de Donceles y Eje Central donde esperaba, sentado con otros obradoristas, la llegada del presidente.

Cargado lo metieron a la “zona restringida” (el perímetro de la Cámara de Senadores). Al elemento del Estado Mayor le dio entonces por jugar a las vencidas con el pulgar del perredista. Apretó fuerte. “¡Me estás lastimando, no seas cobarde!” protestó Gerardo.

A Noroña lo bajaron detrás del edificio de Correos. Le improvisaron una celda con rejas antimotines, y allí lo retuvieron alrededor de media hora. Gerardo estaba convencido de que no lo iban a dejar moverse, hasta que Calderón abandonara la zona.
Las cosas se tranquilizaron. Pidió que le compraran un refresco y la Revista Proceso. Un federal preventivo se apiadó de él y accedió a la petición.

El perredista, sin embargo, pudo comunicarse con los suyos, vía celular. Los senadores Ricardo Monreal, Yiedkol Polevnsky Rosario Ibarra y García Zaldivea, salieron de la casona de Xicotencatl para rescatarlo. “Me soltaron rápidamente, por el temor de que los acusaran con Calderón”, nos dijo el otrora portavoz.

Pasado el mal trago, Fernanda Campa, hija del legendario luchador social, Valentín Campa, alerto al inquieto Noroña. “¡Cuídate, porque ahora si buscan hacerte daño!

Minutos después, en la sesión solemne del Senado, Granados Chapa, sin saber lo que había sucedido fuera, alertaba contra la demonización de la movilización ciudadana.

“Como inexplicable hierba envenenada crecen tendencias al autoritarismo, a la criminalización de la protesta social, a la guerra sucia enderezada no solo contra los opositores al régimen, sino contra los ciudadanos en reclamo de sus derechos”, alertó.

Al final de la ceremonia nos acercamos a Carlos Navarrete, coordinador de la bancada del PRD en la Cámara alta. Le preguntamos a que se debía el cambio de actitud de su grupo parlamentario. “Estamos preocupados por la situación. El país no está para espectáculos en el Senado”, repuso.

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