Revelaciones sobre el desafuero.

Hoy sale a la venta el libro “La Diferencia: Radiografía de un Sexenio” (Random House) , de Jorge Castañeda y Rubén Aguilar. Es la crónica del foxiato narrada por dos personajes clave de ese régimen. El primer canciller y su último vocero. La obra contiene ocho capítulos: La Construcción del Gabinete, Chiapas, Atenco, Reforma Fiscal, Cuba, Consejo de Seguridad, Desafuero, y 2006.

Los autores, quienes se conocen desde los tiempos de la guerrillla en el Salvador, se tardaron un año en escribirlo. Realizaron múltiples entrevistas, incluyeron documentos, aportaron datos que solo ellos conocen. Hacen revelaciones que, a juicio de El Güero, van a molestar al ex presidente. “No es una defensa o una apología de Fox, es una obra critica, como lo fue La Herencia hace 10 años”, puntualiza el ex canciller.

Con la autorización de los autores reproducimos un pasaje del capitulo titulado El Desafuero, que inicia con aquel cónclave la Semana Santa del 2004, en el que se da el banderazo al proceso que victimizó y popularizó a Andrés Manuel López Obrador, al punto de casi llevarlo a la presidencia de la República. Dice textual:

Aquí comienza a levantarse una montaña de malentendidos, coincidencias y falsas ingenuidades. Fox convocó a una reunión en Los Pinos, el 6 de abril, Domingo de Resurrección, a Mariano Azuela, presidente de la Suprema Corte, a Santiago Creel,
Macedo de la Concha y María Teresa Herrera, consejera jurídica de la Presidencia. Lo hizo para preguntarle a Azuela, delante de sus subordinados, si en efecto Macedo tenía razón; Azuela responde: están obligados a acatar la orden del Tribunal Colegiado (La suspensión definitiva de las obras en El Encino)

“Ya Macedo le había comunicado a Fox su opinión de lo que sucedería si el Ejecutivo Federal no aceptaba las órdenes del tribunal: incurriría en una responsabilidad penal. Fox consideraba entonces que no podía incumplir con los términos de la ley, ya que enfrentaría consecuencias el procurador y, a la larga, el propio presidente de la república.

“Cuando Fox invitó a Mariano Azuela, pensaba en el porvenir. Quería cerciorarse de que el Poder Judicial se hallaba absolutamente seguro de lo que hacía, porque hasta ese momento el Ejecutivo no había intervenido en el asunto. Fue el Poder Judicial el que juzgó, el que declaró culpable y el que exigió castigo para el culpable. Como dice Fox: “En mí había una duda razonable de que pudieran luego dejarme bailando en la loma.” Buscaba escuchar, según el, en la propia voz del presidente de la Suprema Corte, que efectivamente no había otro camino.

De acuerdo con un interlocutor de Azuela, al increparlo días después: “¿Por qué opinaste que no tenía de otra?”, Azuela se defendió: “Me está citando en domingo, es un asunto delicado, me ponen enfrente del procurador, el presidente de la república me pregunta y respondo desde la ortodoxia: coincido con el procurador”.

El interlocutor agrega: “El punto es que si a Azuela se le hubiera consultado de manera directa…. ¿quieres aplicarle la ley o la justicia, (o sea, “Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”)? tal vez habría respondido de otro modo.” Azuela añadió, cuando efectivamente se le interrogó de otro modo: “¿Quieres opciones para que el jefe de Gobierno no incurra en desacato y no provocar daños a terceros? Hay opciones. Pero yo, como presidente de la Corte no puedo opinar algo así si no me lo preguntan tal cual”.

Fue la consecuencia de una mecánica jurídica infernal, si se quiere, ajena al Peje y a Fox, que le trajo beneficios a AMLO (colocarse en el lugar idóneo de cualquier político mexicano: el de la víctima) y a Fox también: tildar al Peje como enemigo del Estado de derecho, de los derechos de propiedad, del poder judicial.
Por ello, se dio una concatenación azarosa de los hechos, y Fox concluyó que el único camino posible consistía en proceder penalmente contra el Peje, lo cual implicaba el desafuero, mas no necesariamente determinadas consecuencias electorales.

... Si bien (Macedo) era soldado y también abogado, primero era soldado y después abogado. Si su jefe buscaba motivos para verse obligado a actuar como actuó, no sólo se los iba a proporcionar, sino que evitaría proponerle opciones para hacer lo que no quería, a menos que se lo pidiera; Fox nunca lo hizo, porque prefería verse/sentirse/creerse obligado a proceder judicialmente, por razones políticas, más o menos conscientes, al gusto de cada quien. Esta versión tiene la ventaja de explicar muchas más incógnitas que la primera; pero padece de la falta de fuentes directas y dispuestas a ser citadas.

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